¿Influido por el Internet de las cosas y otras tecnologías del arte? Pensemos en el futuro del arte contemporáneo
El término Arte Contemporáneo se refiere a la práctica artística más actual e incluso reciente. Atribuido, aproximadamente, al período comprendido entre los sesenta y el presente, también se refiere a las obras de arte realizadas por artistas que aún están vivos. El arte contemporáneo se caracteriza por el uso de nuevos materiales y técnicas, así como por una constante experimentación destinada a renovarse. Algunos artistas que participan en este movimiento se consideran herederos de la posguerra, situación que les ha dado la oportunidad de basarse en el pasado mientras experimentan con nuevas ideas y materiales.
Pablo Picasso
Es considerado por algunos historiadores como el primer artista de este período. Se ha dicho que su obra es a la vez innovadora y ecléctica; era un excelente artesano pero también capaz de producir imágenes eclécticas que no encajan fácilmente en ninguna categoría. Algunos de sus cuadros más famosos son el Guernica (1937) y La casa de los hornos (1944).
Además de Picasso, otros pintores como Paul Klee, Joan Miró o Jackson Pollock han formado parte de este movimiento.
Jackson Pollock fue uno de los artistas más influyentes del arte contemporáneo; también fue conocido por su enfoque radical.
Los artistas contemporáneos nos plantean un reto único.
La mayor parte del arte producida en la larga historia del arte se realiza en un estilo muy distinto al de cualquier otra época. Pero cuando vemos algo como, por ejemplo, “La llorona” de Picasso o “El grito” de Munch, podemos decir inmediatamente que no son obras contemporáneas. ¿Por qué? Pues porque tienen temas que nos son familiares y porque se adhieren a conceptos de forma (perspectiva, teoría del color, etc.) a los que estamos acostumbrados.
¿Pero qué pasa si el tema no está tan claro? ¿Y si no se ajusta tanto a nuestras expectativas? Por ejemplo, un cuadro de Yayoi Kusama…
No es en absoluto lo que yo llamaría una pintura típica, pero aún así podría ser arte contemporáneo: quizás sea una parodia de las pinturas al óleo tradicionales o quizás sea un comentario sobre cómo nuestra percepción del mundo está distorsionada por la saturación de los medios de comunicación y la tecnología. O tal vez sea simplemente una pieza genial que alguien ha querido hacer. La razón por la que nos cuesta distinguir si algo es contemporáneo o no es porque no hay verdaderas reglas en el arte contemporáneo. No hay pautas que distingan una obra de otra; todas se juzgan por sus propios méritos e individualidad.
El arte contemporáneo es un término amplio que puede abarcar muchos tipos de arte y artistas diferentes. De hecho, hay muchas escuelas y tendencias dentro del arte contemporáneo, algunas de las cuales ya han sido apropiadas para la próxima generación de artistas y sus obras. El arte contemporáneo suele definirse por lo que no es: no es arte tradicional o clásico; no se limita a la pintura, el grabado o la escultura; puede incluir la performance, el vídeo…
Para algunas personas, la línea que separa el arte contemporáneo de otros tipos de arte no siempre está clara. El arte contemporáneo suele mostrar un sentido de rebelión contra el pasado.
Entendemos que, cuando un artista joven encuentra problemática la obra de un artista mayor y la parodia, puede estar creando arte contemporáneo, pero ¿qué pasa si se burla de la obra de tal manera que resulta irreconocible? También está la cuestión de que las galerías se lucren con las obras de los artistas que aún viven. ¿Es justo poner precio a algo de alguien que está vivo y respira? Bueno, la verdad es que las galerías siempre han vendido cosas de artistas vivos. Aunque esta idea pueda incomodar a primera vista, hay muchas obras de artistas vivos que valen millones de dólares, incluso decenas de millones.
El arte contemporáneo se ha hecho cada vez más popular hasta el punto de convertirse en una parte relevante de nuestra vida cotidiana. Las obras de los artistas contemporáneos se exponen en espacios públicos (como museos, galerías e incluso las calles) y están a disposición de todos. Vemos el arte contemporáneo todos los días y, a través de él, podemos enriquecer nuestra cultura visual al dañarnos con nuevas ideas sobre el arte o incluso sobre el propio mundo.
Los artistas contemporáneos han logrado imponer sus propias reglas en el mundo del arte, creando nuevas tendencias y estilos. Esto ha llevado a artistas e instituciones a desarrollar estrategias para atraer a un público cada vez más amplio y aumentar la visibilidad de estas obras. Una de estas estrategias consiste en presentar el arte contemporáneo dentro de un contexto histórico: ya no basta con que un artista contemporáneo cree arte nuevo cuando este arte se presenta sin conexión con otras producciones artísticas. Para ser considerados buenos por la crítica y el público, los artistas contemporáneos deben ser “meritorios” en relación con las generaciones anteriores. Por eso muchas obras contemporáneas están impregnadas de referencias o incluso de citas de autores y artistas clásicos, a menudo de hace cientos de años.
En consecuencia, cuando se inició la práctica contemporánea del arte, muchos creyeron que se acabaría en pocos años. Cuando surge este tipo de pensamiento, la gente se apresura a referir a la percepción de la muerte del mundo del arte. Esta idea ha prevalecido desde el comienzo del tiempo artístico.
Estudios recientes sobre el impacto de la crisis de Covid-19 en el sector europeo de las artes visuales y el arte contemporáneo señalan la importancia de este campo de actividad para todo lo relacionado con la política cultural y nuestra calidad de vida. Debemos afrontar las implicaciones de una caída tan importante del empleo y de los ingresos y, en particular, debemos reconocer que ya ha terminado con una generación de artistas incapaces de conseguir un empleo tan rápido como sus predecesores, que han sido reemplazados por tecnologías de producción artísticas más eficientes. Gracias a los esfuerzos de organismos públicos, fundaciones privadas y personas con visión de futuro, se está poniendo en marcha una oleada de proyectos que reconstruirán el panorama cultural europeo. Podemos esperar que el uso de las nuevas tecnologías de producción nos haga adoptar un paradigma estético basado en creaciones recombinantes que mezclen elementos de cualquier forma de arte sintético con los de cualquier forma de arte tradicional. Estamos entrando en una fase post-pandémica en la que todos los aspectos del quehacer humano están abiertos a la nueva experimentación tecnológica.
Un enfoque optimista del futuro artístico.
Debemos pensar todos y todas en un escenario alternativo para el sector cultural en el que todos los artistas contemporáneos puedan tener un trabajo en un nuevo y emocionante colectivo en el que el arte se utilice como herramienta de reconstrucción para un público social más amplio. Es imperativo que el sistema de las artes visuales proponga nuevos modelos.
El arte contemporáneo supera los parámetros de cualquier debate en su época. Se trata de recrear lenguajes y formas, de reinventar los medios de expresión y representación; surge de un proceso creativo colectivo, de la voluntad de inconformismo y de renovación constante.