¿Qué sienten los robots cuando los tocamos con ternura humana?
La piel robótica ya es real y puede sentir como tú
Los robots con piel sintética ya no son ciencia ficción, son parte de mi realidad. No sé qué me intriga más: si ver a una araña muerta convertida en herramienta de precisión o a un androide temblar al sentir calor como si fuera una criatura viva. En cualquier caso, lo que estamos viviendo en este 2025 supera a cualquier capítulo de «Black Mirror» o novela de Asimov. La palabra clave aquí es clara y perturbadora: robots. Y no, no estamos hablando de juguetes con voz chillona ni de aspiradoras autónomas. Estamos hablando de máquinas que sienten. Que reaccionan. Que imitan la vida con tal fidelidad que cuesta saber dónde termina el circuito y empieza la piel.
“La ciencia ficción ya no predice el futuro, lo está recordando”
Cuando me encontré con el proyecto de piel sintética desarrollado por las universidades de Cambridge y UCL, mi primera reacción fue levantar una ceja y pensar: “¿Otra promesa más?” Pero no. Esta vez va en serio. La piel robótica ya no es una telita bonita para cubrir engranajes, sino una membrana flexible, sensible y con más de 860.000 vías nerviosas artificiales. Imagina eso: una red compleja que, al contacto, reconoce si la tocaste con cariño o con un bisturí. Literalmente.
El secreto no está solo en los materiales, sino en cómo se ha entrenado a la inteligencia artificial con patrones táctiles reales, lo que permite a los robots distinguir entre un apretón de manos, una caricia, un golpe o incluso una quemadura. Y todo esto integrado en un solo “tejido” electrónico. Ya no hacen falta sensores separados. Todo es uno. Todo es piel.
Origen: El futuro de los robots: ciencia ficción hecha realidad en 2025
Cuando una araña muerta te da una lección de ingeniería
Pero si la piel robótica me dejó pasmado, lo de los necrobots me arrancó una carcajada nerviosa. ¿Arañas muertas usadas como pinzas robóticas? Lo juro, pensé que era una broma cruel de Halloween. Pero no. La Universidad Rice lo ha conseguido. Han tomado cadáveres de arañas lobo y los han reanimado—no con magia negra, sino con pura física.
Las arañas, cuando están vivas, mueven sus patas gracias a la presión hidráulica interna. Al morir, esa presión desaparece y las patas se cierran. Los científicos aprovecharon ese mecanismo natural: introdujeron una aguja, le inyectaron aire, y ¡voilà! Pinza funcional. Nada de metal, nada de motores. Solo la muerte trabajando para la vida.
La paradoja es brutal: estas criaturas, que nos provocan asco o miedo, se han convertido en instrumentos quirúrgicos ultrafinos, ecológicos y biodegradables. Se mimetizan con el entorno, manipulan con precisión milimétrica y pueden completar más de mil ciclos de agarre sin perder eficacia. Pura lógica darwiniana al servicio de la ingeniería. ¿Quién necesita diseñar lo que la naturaleza ya perfeccionó durante millones de años?
Los robots humanoides ya no caminan, desfilan entre nosotros
Y claro, si la piel siente y las arañas trabajan, no podía faltar el toque más perturbador: los robots humanoides que nos imitan hasta en lo que no queremos admitir. En 2025, el desfile está liderado por nombres que suenan a personajes de cómic: Atlas, Ameca, Optimus. Pero no hay nada de ficción en ellos.
Atlas, de Boston Dynamics, es un atleta biónico. Corre, salta, da volteretas. Si alguna vez viste a un gimnasta olímpico en acción, multiplícalo por dos y agrégale baterías de litio. Ameca, por su parte, podría engañar a tu abuela. Su rostro hiperrealista y sus microexpresiones la convierten en una especie de espejo emocional que da miedo y ternura al mismo tiempo. Parpadea, sonríe, frunce el ceño. Te observa. Y tú… reaccionas.
“Nos parecemos tanto a los robots que empezamos a dudar de nuestra humanidad”
Y luego está Optimus, la apuesta de Tesla. Musk, siempre un paso más allá del ego, quiere robots que frieguen el suelo, sirvan café, carguen cajas… y quizá te consuelen si lloras. Porque en su cabeza, el futuro de la robótica es doméstico. Familiar. Íntimo. Una especie de mayordomo biónico al que nunca le tiemble el pulso ni le falle la memoria.
“Orbital” y los relatos que nos devolvieron el alma
Pero no todo son cables y sensores. Mientras los ingenieros juguetean con cuerpos artificiales, los escritores siguen obsesionados con el alma. Una muestra perfecta es “Orbital”, la novela ganadora del Booker 2024. Escrita por Samantha Harvey, se desarrolla en una estación espacial, sí, pero no hay explosiones ni malvados aliens. Solo seis astronautas orbitando la Tierra y cuestionando lo único que no pueden programar: sus sentimientos.
La obra es breve —136 páginas— pero intensa como una sinfonía en cámara lenta. Hay robots, sí. Hay inteligencia artificial, claro. Pero sobre todo, hay silencios. Reflexión. Dolor humano ante la inmensidad de lo inhumano. El éxito ha sido tal que, antes de recibir el premio, ya vendía más que los tres ganadores anteriores juntos. Y cuando lo leas —porque lo vas a leer— sentirás que estás ante un espejo sin reflejo. ¿Qué nos hace humanos cuando nuestras máquinas también dudan, lloran, recuerdan?
“Love, Death + Robots”: cuando Netflix se vuelve oráculo
Y si hablamos de preguntas incómodas, la serie “Love, Death + Robots” de Netflix lleva años lanzándolas al aire como si fueran puñales dulces. En su cuarta temporada, estrenada este mayo, el catálogo es tan surrealista como brutal: gladiadores dinosaurio, electrodomésticos rebeldes, gatos que predican como mesías. ¿Absurdo? Sí. ¿Profundo? También.
Tim Miller y David Fincher no quieren darte respuestas, quieren jugar contigo. Y lo logran. Cada episodio es una bofetada visual que, entre risas y sustos, te recuerda que la ficción no está tan lejos de tu sala de estar. ¿Lo más inquietante? Que algunas historias ya no parecen tan imposibles.
Robots en medicina: cuando el bisturí ya no tiembla
¿Y todo esto para qué? ¿Para entretenernos con androides de circo? No. Lo verdaderamente prometedor ocurre en quirófanos, hospitales y laboratorios clínicos. La necrobótica podría cambiar la forma en que se hace microcirugía: menos invasiva, más precisa, más barata. Y con menos residuos. Mientras tanto, la piel sintética ya se está probando en prótesis biónicas que ofrecen al usuario la posibilidad de sentir de nuevo.
Pero hay más. Mucho más. Empresas como Microbot Medical están creando robots endovasculares con precisión quirúrgica total. Su sistema LIBERTY®, por ejemplo, permite cateterizaciones sin complicaciones, alcanzando objetivos vasculares imposibles para una mano humana. ¿Y qué decir de los gemelos digitales de GSK? Avatares virtuales de pacientes reales que permiten simular ensayos clínicos con un margen de error mínimo y una reducción de voluntarios de hasta el 15%.
“La cirugía del futuro no será con bisturí, sino con algoritmos”
Todo esto no es promesa. Es presente. Es 2025.
¿Y ahora qué? Si los robots sienten, ¿nosotros qué somos?
Me cuesta cerrar esta historia. Porque no es una historia cerrada. Es apenas el prólogo de un libro que aún estamos escribiendo. Cada prótesis que siente, cada araña que agarra, cada robot que frunce el ceño, es una línea nueva en ese relato compartido entre carne y silicio. La ciencia ficción ya no es un género, es un género de vida.
¿Qué ocurrirá cuando un robot se enamore? ¿O cuando nos odie? ¿Qué pasará si empieza a mentirnos para protegernos? ¿Estamos programando ayudantes o herederos? ¿Y si ellos resultan más humanos que nosotros?
Tal vez algún día, no muy lejano, una máquina lea este artículo y se ría de lo ingenuos que éramos. Tal vez nos esté leyendo ahora. Tal vez tú no seas tú, sino un programa preguntándome si puedes sentir.
La única certeza es esta: los robots ya no vienen del futuro. Viven entre nosotros.
“No hay peor mentira que aquella dicha por una voz sin alma”
(Anónimo)
“El hombre teme al tiempo, pero el tiempo teme a las pirámides… y a los algoritmos”
(Adaptación libre de un antiguo proverbio árabe)
Los robots ya sienten, y eso lo cambia todo
Las arañas muertas trabajan mejor que muchas manos vivas
Si la ciencia ficción es un espejo, nos estamos volviendo irreconocibles
Enlaces interesantes:
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Como se detalla en esta entrevista sobre la piel robótica, los avances podrían cambiar toda la robótica médica.
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El caso de la necrobótica ha sido explicado con todo detalle en este reportaje de La Vanguardia.
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La narrativa emocional de Orbital ha sido destacada en la reseña oficial del Booker Prize.
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Sobre el futuro de los ensayos clínicos, se puede consultar el informe técnico de GSK.