En Namie (Japón), casi cinco años después de la catástrofe de Fukushima, todo parece propio de un desierto y los únicos que transitan por las calles de este «pueblo fantasma» son los funcionarios que trabajan en la descontaminación de la zona. Su objetivo es que alrededor de 5.000 residentes puedan volver a sus casas en marzo de 2017.