¿Está perdiendo Europa la batalla de la SEGURIDAD? La migración africana que desafía los pilares de Europa
Estamos en julio de 2025, en la piel de una Europa que tiembla y duda. Las farolas aún iluminan las calles, pero bajo esa luz tenue se extienden preguntas que no encuentran respuesta ni en los discursos oficiales ni en las pancartas incendiarias. La migración africana es hoy un fogonazo que deslumbra y quema al mismo tiempo. ¿Es un nuevo renacimiento o el principio del colapso?
“Europa ya no sabe quién es, pero sigue acusando a los otros de su confusión.”
“El miedo no siempre es racista. A veces es simplemente miedo.”
Cierro los ojos y oigo las voces que se repiten como un eco, desde Bruselas a Berlín, desde Sevilla hasta Suecia. Hay quien ve en los recién llegados una mano que ayuda a sostener la economía, otros solo ven una daga que amenaza la seguridad. Pero la verdad, como casi siempre, no vive en los extremos.
Origen: EU received 4.3 million immigrants in 2023
La pulsión migratoria y la aritmética del miedo.
La cifra es concreta, inapelable, casi brutal: 4.3 millones de migrantes llegaron en solo un año. Algunos a pie, otros en pateras que parecen sarcófagos flotantes. Pero el dato frío se vuelve fuego cuando se enfrenta a otro: la edad media europea ronda los 44 años, mientras África arde con juventud. Dos mundos en tiempos distintos cruzando la misma puerta giratoria.
Quien crea que el Viejo Continente fue alguna vez una fortaleza monolítica, debería darse una vuelta por los libros. Desde cartagineses hasta gitanos, desde judíos sefardíes hasta esclavos africanos en Lisboa, Europa fue siempre mestizaje e imperio, acogida y expulsión. Pero claro, lo fácil es pensar que solo en los años 60 todo era homogéneo, rubio y socialdemócrata.
Hoy, el miedo al otro ha vuelto con fuerza, y se disfraza de encuestas. Según el Pew Research Center, la mitad de los europeos cree que la inmigración incrementa el riesgo de terrorismo, y cuatro de cada diez temen perder sus valores culturales. Pero ¿de qué valores hablamos realmente?
Humanismo o conflicto de civilizaciones
El laicismo francés, por ejemplo, no encaja fácilmente con la religiosidad visible de algunos grupos musulmanes. Tampoco el igualitarismo sueco tolera sin tensarse ciertas prácticas culturales que se escudan en la tradición.
Sí, hay datos duros: en Suecia, ciertas comunidades de origen africano o asiático están sobre-representadas hasta tres veces en delitos sexuales, según estudios parlamentarios. Pero también hay contexto: barrios marginales, ausencia de redes familiares, pobreza crónica.
Por otro lado, el índice de matrimonios mixtos sigue creciendo en países como Francia y España. Las segundas generaciones pierden religiosidad, se enamoran en discotecas, visten vaqueros y votan partidos ecologistas. Lo que empieza como choque puede acabar como fusión. O como jazz. Aunque no siempre ni al ritmo deseado.
Las cifras europeas confirman el sesgo. En 2024 se detectaron 918.925 inmigrantes ilegales, pero solo 110.385 fueron realmente expulsados. El resto quedó atrapado en el limbo legal, alimentando redes de explotación, precariedad y resentimiento hacia un pueblo y una sociedad que no les pidió que vinieran, pero que les alimenta a cambio de … nada.
Del barrio gueto al barrio vintage
Las grandes urbes europeas han dejado pudrir sus barrios periféricos mientras predican integración. París, Berlín, Marsella… nombres brillantes con sótanos llenos de frustración. Donde falta escuela y sobra droga, pandilleros y cutrez cualquier valor europeo se disuelve como papel mojado.
El “orden” perdido que nunca fue
Sí, hubo atentados. Sí, hay disturbios. Sí, en Colonia hubo agresiones sexuales grupales y en Nanterre coches quemados. Pero nos cuentan que la tasa de homicidios en Europa sigue cayendo desde 2000. Una manipulación más de los datos de delincuencia que no contempla la realidad, ocultando matices que son de mucha importancia, como en que proporción se cometen los delitos y cuales son los delitos que suben o bajan.
Lo que sí hay es sensación de invasión y no, no es un producto de la «ultraderecha», solo hay que preguntar a los habitantes de los barrios y las ciudades más afectadas.
¿Hay solución? Solo si se mezcla la razón con la política
¿Qué hacer? Más visados legales, menos políticos compinchados con las rutas mortales. No dejar que barrios enteros se conviertan en campos de tensión. Invertir en cultura, en policía, en educación.
Y sobre todo: dejar de mentir. Ni todos los migrantes son santos ni todos los europeos son racistas. Pero las mentiras polarizan, y en la grieta no crece nada.
“Europa retro-futurista”: un sueño con acento mixto
No quiero una Europa blindada ni una Europa desbordada. Quiero una Europa como una Vespa eléctrica: con diseño clásico, pero motor renovado.
¿Retro o colapso?
El tiempo dirá si Europa renace como un café de Praga del siglo XXI o se desangra en barricadas.
Y entre tanto, en la barra del bar, un jubilado lanza su sentencia:
“Antes esto era Europa. Ahora ya no sé qué es.”