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Muchos hablan aquí y allá de los toros, pero pocos saben en realidad de donde viene esta tradición. Voy a contaros un poco del origen y de la historia de los toros en España y en el mundo, sin entrar en valoraciones ni a favor ni en contra de quienes defienden o no el mundo del toreo. Los toros son una de las tradiciones españolas más conocidas en este planeta, y no solo en los últimos años ha habido polémica, pues si repasamos la historia, de siempre ha tenido defensores y detractores.
LOS FESTEJOS TAURINOS EN EL TIEMPO
Esta actividad no existiría si no existiera el toro bravo, obviamente. El origen de estos animales está en el primitivo urus o bien uro, un animal que no habitó solamente en España, pero sí halló aquí su mejor asentamiento. El precedente histórico al toreo se considera que son antiguos ejercicios de la caza del uro en donde se daban los primeros enfrentamientos, entre humanos y urus, en donde debía prevalecer la propia fuerza física, pero sobre todo la habilidad. Eran tiempos en que había que cazar para subsistir. Se cree que es ahí en donde se puede hallar el origen de las corridas de toros.
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LOS FESTEJOS TAURINOS EN EL TIEMPO – YA EN EL PASADO HUBO DISPOSICIONES CONTRA LA LLAMADA FIESTA DE LOS TOROS.
En España y durante mucho tiempo a esta actividad se la ha denominado fiesta de los toros. La expansión y difusión de los espectáculos taurinos va íntimamente ligada a los continuos intentos de prohibirlos. En el siglo XIII hallamos la primera predisposición no prohibitiva, pero condenatoria, contra la celebración de estos espectáculos. El texto del que hablo es el Código de las 7 Partidas, del monarca castellano Alfonso X el Sabio. El contexto de aquella época era el Concilio de la Edad Media, una época en la que la religión (católica) mandaba por encima de todo, y esta no estaba por aquel entonces muy a favor de los toros.
El caso es que todo lo que tenía que ver con los espectáculos romanos o similares era más o menos condenado en las 7 Partidas. Pero en realidad aquella “prohibición” solo se refería al Clero (grupo de personas que han recibido órdenes sagradas en la religión cristiana). Quedaban excluidos los hombres de a pie. En la moralidad de la época lidiar contra bestia brava a cambio de dinero, era de moral controvertible.
Las corridas de toros eran unas diversiones toleradas a los laicos, mas prohibidas a los clérigos.
Siglos después, hallamos disposiciones en el mismo sentido procedentes de diferentes sínodos españoles, pudiendo resaltar el de la ciudad de Burgos de mil quinientos tres, o el de la ciudad de Sevilla de mil quinientos doce, o también el de la ciudad de Ourense de mil quinientos treinta y nueve y el de Oviedo en mil quinientos cincuenta y tres.
LOS FESTEJOS TAURINOS EN EL TIEMPO – Con la Iglesia hemos topado
El tema de las prohibiciones no vino solamente de la Iglesia. La campaña antitaurina llegó también a las mismas Cortes de Castilla. En mil quinientos cincuenta y cinco se acordó solicitar al rey que no se corrieran los dichos toros, o bien que se diera alguna orden a fin de que si se corriesen no hicieran tantos daños. El monarca Felipe II se quitó el muerto de encima argumentando que era una tradición bien arraigada y creía que no debía la política entrar ahí.
En mil quinientos ochenta y siete se discutía de nuevo el tema esta vez argumentando cuestiones económicas, pero el intento no tuvo mayor éxito. Sin embargo, en esos años si que los toros recibirían la mayor y más dura de las prohibiciones por la parte de la Iglesia. La prohibición dio el salto a Nueva España (las colonias de este país en otro continente llamado América) y, en Perú, desde mil quinientos cincuenta y uno, se dictaminó la prohibición de los clérigos a ver o bien participar en las corridas de toros.
LOS FESTEJOS TAURINOS EN EL TIEMPO – Reyes a favor, Reyes en contra
Hubo monarcas meridianamente taurinos como fueron los Austrias, en el siglo XVIII. Al contrario que los Borbones de tradición ilustrada francesa, que no compartían la afición de sus precursores por la celebración de los toros.
En el siglo XVIII se consolida el espectáculo, y es cuando padece las mayores críticas, siendo sus máximos opositores los ilustrados. Se empieza el siglo ilustrado con la prohibición de festejar corridas de toros en la villa de Madrid. Fernando VI prohibiría de nuevo la celebración de los toros en mil setecientos cincuenta y cuatro. Dicha prohibición solo duró un quinquenio, hasta mil setecientos cincuenta y nueve.
El tema de los toros llegó a las Cortes de Cádiz, en mil ochocientos diez. En mil ochocientos trece, a consecuencia de un accidente producido en la plaza de toros de Cádiz, se produce una reacción municipal contra la celebración. Sin embargo el dueño de la plaza, Don Francisco de la Iglesia Darrac, había comprometido las ganancias de las corridas en una contrata con el gobierno, y por eso la solicitud popular no pudo evitar que la plaza de Cádiz quedara dispensada de la prohibición.
LOS FESTEJOS TAURINOS EN EL TIEMPO – El siglo veinte fue muy diferente.
Aunque es interesante destacar la R. O de junio de mil novecientos veintiocho, por la que quedaban completamente prohibidas las capeas. Durante la Segunda República De España, en mil novecientos treinta y uno al treinta y seis, se decretó una Orden que trataría de acabar con estos espectáculos. No obstante, más tarde se dejaría festejar corridas de toros y novillos en plazas temporales, siempre que fuera a cargo de toreros profesionales, prohibiendo absolutamente los toros y vaquillas ensogadas o en libertad por las calles.
El caudillo romano Julio César fue quien introdujo los toros de Hispania en el Coliseo de la ciudad de Roma. Un conocido torero de toros fue un tal Karpóforo. La mayoría de estos luchadores, llamados bestiarrii, eran condenados, presos de guerra, desertores, esclavos condenados y hasta voluntarios de clase humilde. Organizar estos espectáculos acarreaba grandes costos económicos, y participaba muchísima gente.
Se ha considerado a menudo que el origen de la Plaza se halla en el circo romano. Pero también parece que se remonta a tiempos más antiguos. En los templos celtibéricos ya se festejaban sacrificios de reses bravas en honor a los dioses.
El hecho es que conforme avanzaba la Reconquista de España por los católicos en contra del poder musulmán, el espectáculo de la corrida se extendía por todo el territorio hasta llegar a ser la Celebración Nacional.
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